21 diciembre 2008

.... LA ESCUELA

Saber mucho es bueno y ser exigente también. Pero con unos límites. Tener inquietudes nos hace seguir adelante, nos mueve a descubrir cosas, a conocer el mundo. Ser exigente con uno mismo nos hace ser cuidadosos, detallistas, fomenta la calidad en la ejecución. Pero los extremos pueden ser perjudiciales. Así si continuamente nos repiten en la escuela que está mal o que podría estar mejor, que podría estar más perfecto, que podríamos profundizar más, que nos hemos dejado algo por analizar o estudiar, esto puede ser muy frustrante porque sí, efectivamente, siempre se puede dar más, pero el sentir que nunca se llega a los parámetros de perfección divina que según ellos deberíamos alcanzar nos hace sentir mal con nosotros mismos y no deberíamos porque nuestro esfuerzo y empeño para algo habrá servido, algo habremos aprendido, algo nuevo habremos descubierto, a alguien habremos ayudado en el proceso de aprendizaje.